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29. EL BAILE DE LAS MONJAS


Que grande es la juventud, cuando uno empieza a sentir que no solo hay muchachos en tu mundo, que también existen las chicas y que están muy cerca, en el Colegio había mucha juventud pero claro lo que no había era chicas, andaban algo lejos de nosotros, no las veíamos ni en fotografía, así que cuando llegaba el domingo y nos estampaban el visado para salir a Sevilla a dar un garbeo y tratar de ligar el que pudiera a las "piitas", como así las llamaba el gran amigo y mejor compañero Francisco Santos Gómez , alias "Pikins" (guardo una gran amistad con él), el mundo se abría hacía nosotros, Sevilla era nuestra, pero no era oro todo lo que relucía, bastantes de nosotros volvíamos con las orejas gachas, el asunto del ligue no estaba tan fácil.

El caso es que ya no me acuerdo ni como ni por mediación de quien, pero fuimos invitado algunos afortunados entre los que yo me encontraba a un Colegio de niñas, regentado por monjas de no se que congregación ni me interesa por cierto, a pasar allí la tarde de los domingos en un local de ese colegio con ellas al objeto de entablar amistad, y también bailar llegada la hora, total eso mirándolo de esa forma y manera era un auténtico chollo en los tiempos que corrían, en donde pateando la calle no te comías un "torrao" ni de milagro y allí nos fuimos algunos que tuvimos esa suerte, los que nos enteramos pronto, porque la afluencia empezó a ser masiva y rápidamente las monjas cortaron el grifo, los agraciados no nos lo creíamos, aquello era la "leche" parecíamos como abejas en la miel.

Nos hicieron un carnet con una foto para poder pasar todos los domingos y nos costaba un duro al mes, pero lo dábamos por bien empleado. Ibamos como lobos hambrientos en busca del sexo débil, una semana sin ver una "chorba" pues ya ve usted, eso era como servirnos los pasteles en bandeja.

Allí y no me da vergüenza decirlo, bailé la primera vez con una chica y por cierto estaba bastante potable, o al menos a mi eso me lo parecía, , me acuerdo perfectamente, como no me voy acordar, que la canción era "Hey Jude" de Los Beatles, y tuve la suerte que la canción duraba y dura claro siete minutos, aunque no tenía ni puta idea bailando creo que como buenamente pude me defendí, y a decir verdad que me gustó mi debut, así que desde ese momento no hacía mas que probar suerte en esa lid.

Era una sala espaciosa y un patio estilo andaluz y en esa bailábamos con todas las bombillas encendidas y hasta creo que las monjitas que por allí pululaban habían encendido alguna mas, además vigilaban sin perder detalle, cualquiera era el guapo que se pasaba lo mas mínimo, porque la tarjeta amarilla la llevaban escondida entre sus sayales negros y te la sacaban por menos de nada y la roja ya te podías suponer lo que significaba.

Asimismo recuerdo que también en unos cuartos anejos había un piano y por allí apareció el principio del fin de todos nosotros los laborales, algunos de nosotros cuando no detectábamos alguna monja aporreábamos el piano, aunque había prohibición hasta de mirarlo y hacíamos por allí diabluras, entre ellos el gran Carlos San Millán Trueba, gran compañero vasco (tristemente fallecido hace muy pocas fechas, lo que sentí enormemente, Dios lo tenga en su gloria porque lo merecía), bueno el caso es que nos pillaron en toda la juerga nos llamaron la atención y al poco tiempo nos dieron puerta de aquella nuestra discoteca dominguera, así que se nos quebraron todas las amistades que habíamos cimentado, adiós a nuestros bailes, adiós a tener las chicas de Sevilla tan cerca de nosotros, porque seríamos tan burros, así que nos tocó otra vez patear las santas calles, la Plaza España, los jardines de María Luisa, a ver si caía algo, con lo bien que lo tuvimos y lo poco que nos duró, en fín no se acababa el mundo, vuelta a empezar.

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